LLAMADAS
Francisco de Sales
Te llamé sin voz,
con la súplica de mi mirada.
Tus oídos, muros obstinados,
no se abrieron
ni cayeron compadecidos.
No supe cómo pedirte perdón
de mil maneras distintas.
No supe estremecerte.
Nada supe.
Tan sólo reincidir en mi torpeza
de equivocarme continuamente,
o en la inquina inconsciente
de acallar mis latidos,
o en la dramática desgracia
de no pronunciar la palabra amor.
Te llamé sin voz:
con la súplica de mi mirada.
Te llamé en un idioma inútil
y no conseguí convencerte.