TÚ TAMBIÉN FUISTE TODO PARA MÍ
Y decir este pensamiento me cuesta lágrimas,
me llena los ojos de recuerdos
y los oídos de risas y confidencias.
“Tú también fuiste todo para mí...”
Me adelanto al reproche
que seguramente alguna vez te invadió.
Dudo contigo la duda de salir a flote,
me trago las rememoranzas en silencio,
no grito ni comparto el ácido sentimiento.
Discuto con mi mente por traerme,
con errores de novata,
los dolores ya cien veces tragados.
Pensar en lo que fuimos
me duele tanto como me alivia,
y me hace una marca profunda
que no la borran las olas en su resaca,
ni los filtros almibarados que acarician,
ni el recuerdo lejano con sus perdones:
nada te borra de mi consciencia.
Eres tú.
Toda.
Cierta.
Algo tan grande que no cabe en un pasado,
en un pensamiento, en un reflejo,
ni en una pincelada del tiempo,
ni en un nombre de nueve letras.