RECONSIDERACIÓN
Entre los restos del desastre de nuestro matrimonio
he buscado con cuidado
qué quedaba de ti,
y de mí,
de quienes éramos
de aquellos que iniciamos
una aventura que nos quedó grande.
Tú no eres aquella, ni yo soy aquel.
¿Qué hacíamos
dos extraños suplantando a aquellas personas,
queriendo ser ellos,
y seguir con su historia?
Los que empezamos ilusionados, acabamos como ilusos.
La vida no nos advirtió que tiende trampas,
ni que el futuro es muy largo,
y uno va cambiando aunque no se lo proponga.
Con el pobre bagaje de la inconsciencia,
rebautizada como amor inquebrantable,
maquillada la realidad de esperanza,
fingiendo sordera ante ciertas verdades,
eso sí, con la bendición mercantil eclesiástica,
iniciamos el descenso a los infiernos.
De aquellos ingenuos intrépidos
sólo se salvaron nombres y apellidos.
Nada resistió lo que vino después.
El mundo no estaba hecho para nosotros.
Demasiada realidad, quizás.
Con las débiles armas de un amor frágil
y la fortaleza diluyéndose continuamente,
las sonrisas derivando a muecas muertas,
las miradas casi acuosas,
no pudimos más que rendirnos
y gastar los últimos céntimos de aquel amor
en acusarnos sin compasión.
¿La vida era esto?
¿Esto es lo que nos prometía?
¿Dónde está el Paraíso?
¿Y la felicidad continua y plena?
¿Hay un Dios para las Reclamaciones?
Han pasado los años.
Cada uno ha tratado de sanarse,
de encontrar la fe para volver a creer.
Volvemos a mentir que el amor existe y nos está esperando.
Pero bueno... lo intentamos...
Supongo que dentro de unos años
llenaré esta poesía de tachones
y añadiré otros pensamientos.