OTRA DE DESAZONES
El desconsuelo estuvo buscando
un poco de alegría en la papelera,
y mendigando amor en una esquina,
con la mano desenamorada suplicante,
abierto el corazón,
con unas monedas de amor de cebo
para que alguien lo llenara,
lo rebosara,
lo reanimara a besos,
a abrazos,
le insuflara la vida perdida
y la esperanza fugada.
El vacío de mi corazón es inmenso:
es un espacio irrellenable.
Ni las distracciones mejor bienintencionadas,
ni los payasos amables y generosos,
y ni siquiera el mago con sus trucos,
han sido capaces de hacer desaparecer
esta mueca cincelada en mi rostro de piedra.
Cuando te fuiste
te llevaste la vida de mi amor
y no he podido recuperarlo
ni con los intentos más intensos,
ni con los ruegos más apasionados,
ni reclamando a todos los Dioses,
ni negociando con diablos,
ni comprándolo en los supermercados de luces rojas
y dependientas cariñosas por dinero.
Tengo
un vacío irrellenable,
un frío severo,
un llanto atormentado,
un futuro desertor,
un presente ajeno,
un pasado dolorido, apenado,
la nada por bandera
y el pesimismo por religión.
No vuelvas.
Nunca.
Déjame con mis heridas.
No quiero remover los conflictos,
ni poner al día los penares y los pesares.
Quiero quedarme a perpetuidad
sin tu compañía tan doliente.
Antes prefiero seguir anclado en este dolor
que engordarlo con más motivos.
Antes prefiero consolar mi corazón triste
que recoger sus pedazos nuevamente.
Antes dolido que muerto.