EL HOY DEL AYER
Francisco de Sales
De niña era la favorita del mejor futuro;
de jovencita, una belleza;
cuando mujer, inigualable.
Por eso le costaba tantos esfuerzos
aceptar la cara avejentada
que le enseñaba el espejo,
y asumir más de sesenta cumpleaños,
y amar la lentitud de su cuerpo,
y la torpeza de sus movimientos,
y el peso añadido del tiempo.
Cuando corría en un vuelo,
y sus ojos destellaban,
y su sonrisa estaba siempre abierta,
y su amor vivía en el corazón,
no sospechaba lo oscuro del futuro.
Ahora,
subir escalones o levantarse,
son torturas continuas inmerecidas;
el descanso es requerido
y el poco futuro, odiado.