EDITH
Hace unos treinta años
te clavaste para siempre en mi corazón.
Quizás la metáfora no sea buena.
¿Te clavaste en mi recuerdo?
¿Te instalaste en mi recuerdo?
¿Te hiciste un hueco dulce e irremplazable en mi deseo?
Que sean los poetas, y no yo, quienes lo digan.
Yo sólo soy el humano
que se quedó con las ganas imposibles
de amarte más y amarte para siempre.
Es una lástima que nuestros caminos
anduvieran tan desorbitados,
tan irreconciliables en su trayectoria,
y nuestros destinos tan antagonistas,
y nuestros porvenires tan distantes.
Podríamos haber compartido tantas cosas…
tantos días, tantas noches…
tantas vacaciones, tardes de cine, caricias…
tantos sueños, paseos, hijos…
He querido volver a pegar las hojas en los calendarios,
o atrasar unos años el reloj,
para volver al sitio donde hace treinta años
no me atreví a amarte fuera de mi silencio,
pero ha sido inútil:
una barrera de realidad se ha interpuesto
y la palabra imposible ha resultado vencedora.
En fin…
ya no más dolorosos lamentos…
en otra vida será.