AQUELLA NIÑA Y YO
Francisco de Sales
De vez en cuando
la vida hace un esfuerzo,
descansa de su ensañamiento
y me concede una alegría.
Ayer,
disfrazada de Hada Buena,
me premió con un beso tierno.
Era una niña de tres palmos,
blanca de piel y negra de cabello,
con una sonrisa interminable
y los ojos llenos de estrellas.
Me miró,
y se hizo la luz.
Le dije algo bueno a Dios,
di gracias a la vida,
cerré los ojos…
y lloré.