PRESENCIA Y AUSENCIA
Francisco de Sales
Erré al pensar
que en el ataúd de mi padre
había enterrado el odio que le tuve,
todo su frío,
el saco con los silencios,
y un adiós definitivo.
Erré al pensar
que le había devuelto las bofetadas,
que había vengado los castigos y las injusticias,
y que el niño triste que fui
quedaba en paz consigo mismo.
Erré al pensar
que nunca perdonaría a mi padre,
que el desprecio sería perpetuo,
su ausencia fácilmente reemplazable,
el olvido inmediato,
y su existencia humo.
Aún me sigue acosando.
Pero ahora casi le comprendo.