NONAGÉSIMA IRREFLEXIÓN
Francisco de Sales
Arrastro una larga temporada
de lágrimas fáciles.
Tengo los ojos emotivos
y el lacrimal sensible.
El pasado no para de herirme.
Me cuenta cosas que ya sé
y otras que me habían olvidado.
Este viaje a la infancia,
tan dura y tan llena de vacíos y de inconsciencia,
y el paseo por aquella juventud tan perdida y tan lejana,
y volver a revivir mis únicos cuarenta años,
tan aparentemente maduros,
pero tan inquietos e indecisos...
y ahora,
tocando los cincuenta con los dedos de la preocupación,
y una inquietud irreductible que se disfraza de calma,
sólo confío en las dudas,
tenaces compañeras de vida,
y un poco, sólo un poco,
en ese Dios que me prometió
lo que aún no ha cumplido.