Y QUÉ PODÍA HACER
Francisco de Sales
Hasta el día siguiente
no llegaba un nuevo día.
Parecía que mis ruegos de que acabara la noche
siempre iban a parar directamente al dios de la indiferencia,
y no me quedaba otra opción que la de esperar.
Los minutos tardaban horas en pasar,
y las horas tardaban meses en morir.
Esas noches eran adelantos del infinito.
¿Y qué podía hacer...?
Consumirme a velocidad de piedra,
ser atropellado por mis ideas,
buscar una postura de gata vaga,
de mar en calma, de muerte lenta,
observar la cadencia lánguida del segundero,
apelar a la paciencia,
cerrar los ojos con apatía...
y esperar el despertar de un nuevo día.