NOSTALGIA
Después de los cincuenta años,
si uno tiene la precaución
de revisar los vocabularios
que usó a lo ancho de su vida,
encuentra,
ágilmente,
las palabras que marcaron cada época.
Lo digo ahora
que acabo de incorporar nostalgia.
Nunca antes la usé.
La conocía de oídas,
pero nunca antes sentí nostalgia,
ni sentí a la nostalgia.
Se necesitan años de vacíos,
y que desaparezcan muchas cosas,
y no haber vuelto por las calles de la infancia,
o llevar mucho tiempo sin besar...
hace falta ver una película vieja,
redescubrir una foto amarillenta,
encontrarse con un amigo del colegio,
o añorar los brazos de la madre.
Es entonces
cuando aparece la nostalgia,
y cuando una puntita de lágrima,
su inseparable compañera,
son ya un sentimiento presente,
un inevitable revuelo reiterado;
es cuando uno se enfrenta a su estado
y se cuestiona si recrearse en él,
con sus estremecimientos opuestos,
o si es mejor seguir todo a proa,
alargando mágicamente los años venideros,
viviendo intensamente cada uno de sus segundos
para que parezcan más,
agradeciendo sin rencor los ya pasados,
y agradeciendo de corazón los que vendrán.