Francisco de Sales - Poesía

EL DESTINO DEL DESTINO

Francisco de Sales

 

Por pura providencia,

o porque un torpe secretario

de la Oficina de Destinos

traspapeló mi expediente,

acabé en la otra parte del Mundo

abrazado a una mulata de ubres descomunales

y rebozado en la arena blanquecina

de una playa casada con el mar.

 

Porque no hay más remedio que aceptarlo,

acogí mi destino con humildad,

acepté ávidamente a la mulata,

escalé sus pechos una y otra vez,

y jugué con la arena en la arena.

 

A fin de cuentas,

pretender descabalgarlo de su empeño,

o ponerle zancadillas envenenadas,

no garantiza que el destino

deje de cumplir su destino.