EL MIEDO Y SU MIEDO
Francisco de Sales
Culebreaba por su sangre
un temor ávido de una pizca de esperanza.
Era un miedo indefinible,
hijo bastardo de la noche y del veneno.
Era un miedo asustadizo,
más infantil que inexistente,
más ingenuo que agresivo.
Era un miedo poco miedo.
Él, víctima inevitable,
se refugiaba en los rezos y la negación,
pero las mentiras mueren a manos de la verdad,
y no tuvo más remedio que enfrentarse a sí mismo,
su feroz enemigo,
su pertinaz opositor,
y aclararle a su corazón las dudas,
saciarle de besos y amor,
impartirse un perdón duradero
y regalar los miedos al insondable olvido.