EL FOTÓGRAFO DOMINGUERO
Cazador implacable de instantes
que acapara en su nueva Nikon…
Turista urgente que desatiende el paisaje,
y no se embebe de presente,
y no huele el lugar:
confía en que al llegar a casa
y abrir el vientre de su cámara
encontrará los certificados petrificados
de que estuvo donde en realidad no estuvo.
El lugar era inmenso, libre, vivo,
y lo inmortalizó sin que lo pidiera:
lo encerró en 10x15, sin márgenes, brillo,
poniendo límites a lo infinito.
El mundo dentro de la cámara,
la vida encerrada en tan poco espacio.
Conviven apretadas las flores arcoiris,
la mendiga en la puerta de la Catedral,
aquel monumento centenario,
y otra de su mujer, sonriente, con un castillo al fondo.
Haría falta un inspector que requisara las cámaras,
o que hubiera que sacarse un carnet
de no ser mal fotógrafo.