SIN TI
Te habré llorado más de mil océanos en el último año. Te mereces más, pero es agotador y mis fuerzas son escasas. Me oprime el negro del luto y me pesa cargar con esta tristeza de ver el pasado sólo como nubes ennegrecidas amenazándome continuamente.
Justo hoy que se cumplen doce meses de tu ausencia definitiva, y tras la misa de primer aniversario, dejaré el riguroso luto que recuerda tu inolvidable presencia. Esta noche dormiré con un camisón floreado donde el color estalla en un espléndido tornasol, y es luz, y resplandor, y esperanza. Y además, por primera vez, dejaré el que era “mi lado” y ocuparé el centro de la cama. Tomaré posesión de mí sin ti, y mañana estrenaré vestido y porvenir. El primero te hubiera gustado mucho, es rojo, muy llamativo, una explosión de vida, un faro destellando, un imán para las miradas; el segundo viene cargado de aceptación y de ilusiones.
Ya me habías dicho alguna vez si me pasa algo, Dios no lo quiera, aunque lo ha querido, no te quedes guardando luto el resto de tu vida, aunque mi madre, que es muy chapada a la antigua, te mirará mal durante un tiempo, pero luego lo comprenderá, así que te hago caso.
Sólo un rayo de luz en tanto tiempo atravesó mis muros para traerme otro mensaje, similar: la vida sigue, dijo hace unos días una viuda en la radio, dijo un poeta en un verso, dijo un grafitero en una pared, la vida avanza y eso es imparable, dijo un iluminado esotérico, dijo uno que lo había leído en alguna parte, dijo un borracho filósofo de taberna, pero todos dicen lo que decías tú, así que mañana me arranco el letrero de viuda, abro puertas y ventanas, y comienzo otro camino.
No creo que se me borre de la mirada el fondo que la desolación tiñe con su pena indeleble.
Trataré de disimularla enmarcando mis ojos en colores, abriéndolos más para que parezcan más grandes o más vivaces.
Mañana reestreno luz, calor, color y vida. Engrasaré la sonrisa anquilosada, ensayaré risas y sacaré brillo a mi futuro, tan sin estrenar.
Pero no te olvidaré.
Me es imposible e indeseado olvidarte: tu ausencia no es motivo suficiente, ya que tu presencia etérea te suple. Quizás la eternidad sólo sea eterna en el amor. Tal vez te hayas incrustado de tal modo en mí que no haya tiempo que sea capaz de borrarte, ni distancia, por más incontable que sea, ni ausencia, aunque sea la ausencia más desgarradora. Con todo ello cuento. Este año de llorar y añorarte también me han permitido destellos de lucidez, momentos en los que alguien que no soy yo pensaba por mí con claridad notable y ponía en mi mente una especie de clarividencias, como frases célebres, pero con un ingrediente más: un aval de que no se quedarían sólo en idea, en expresión fugaz; era como si ya estuviera grabado a fuego en algún lugar de los sentimientos sólidos, de los principios incuestionables, de mi esencia insobornable. Con tal fuerza lo sentía.
Con eso he conseguido ahorrar unas poquitas fuerzas que mañana sacaré a la calle, las administraré con cuidado, y procuraré conseguir más, ya que la vida ahora tiene la cuesta más pronunciada, respirar es más fatigoso, y el dolor pesa como un mundo. Así que me pongo a la tarea de deshacer nuestros plurales, cambiar los proyectos en el porvenir, seguir amándote aunque seré capaz de amar a otro, colgar guirnaldas y engalanar los próximos presentes con flores, pisar con fuerza y no mirar atrás o sólo mirar para mirarte a ti, y darle las gracias, porque estuviste un tiempo, al mismo Dios al que acusé de asesino.
Tu amor será mi energía.
Como siempre se dijo: te quise, te quiero, te querré.