Francisco de Sales - Relatos

CON GRAN SIGILO

Francisco de Sales 

              

Con gran sigilo, la boca abotonada para censurar los sobresaltos, el alma expectante, los pasos sin ruido, entra en el porvenir de la mano de un sueño premonitorio, adelantándose al tiempo en que le corresponderá llegar, y puede hurgar ansiosamente en aquello que la espera agazapado en el futuro.

En una magia posible adivina que será secretaria de dirección, con un buen puesto en un buen Banco, un puesto de responsabilidad y reconocimiento, y que traerá dos hijas al mundo, una rubia pizpireta y otra de ojos claros tristes; querrá a su marido con un amor sin retorno: será un amor descompensado; recibirá un amor desabrido, sin amor entre sus ingredientes. Confirma que se arrugará inevitablemente, marcada por las señales inclementes antes de lo deseado, y conoce que ahondará en la desesperación de un destino descontrolado, no el que ella quisiera, planificado, variable al gusto y con un proyecto lleno de dichas, sino que será frágil y cicatero, indeciso y traicionero; sabe que un día hará cuentas de los días derrochados, y le parecerán muchos los perdidos y pocos los ganados; asistirá apenada a la inauguración, con fondo de Marcha Fúnebre, de la edad de los arrepentimientos, esa en la que una tristeza de lágrima fácil le gobernará inclemente, y una desazón sin origen ni explicaciones le podrá un rasgo amargo en cada segundo, esa que hará que cada latido sea un golpe en el pecho entonando un mea culpa; y otro día, no más lejano, verá el saldo en rojo de su vida, cuánto amor desperdiciado, sin utilizar, cuántos besos agostados, cuánta desesperación callada, cuántas lágrimas inútiles, cuántos rezos para nada...

El pesimismo le abate.

El peso de lo porvenir está pensado para otras espaldas más fuertes, para otro espíritu más resistente.

A pesar del panorama, vivirá.

Buscará consuelo en las amigas, caricias en los regalos, besos pagados, condecoraciones de hojalata, halagos en el trabajo, justificaciones en los hijos, y mentiras en la cama.

A pesar del desencanto, seguirá.

Su vida no busca otra persona en la que habitar, así que cada uno de los días que están por llegar la encontrarán dentro de ese cuerpo y en esa biografía, y cada uno cumplirá en ella su cometido, y cada uno se marchará con un trozo de ella y con un retazo de sus sentimientos, aunque casi siempre sea el mismo.

A partir de ese entonces, suspirará sin motivo aparente, llorará sin fuente de lágrimas, reirá con risas falsas, y un día morirá con esa misma desgana.