NADA QUE CONTAR
Francisco de Sales
Podría afirmar con la verdad inafectada
que nací en la hora dieciséis
de un día engalanado
con un sol del desierto.
O decir fríamente
que frío era el día dos de agosto
del mismo apático año
en que murió mi padre.
O engañar a destajo
jurando mano en alto
que llovió largamente
aquel verano de fin de siglo.
O mirarte a los ojos fijamente,
adentrarme por sus veredas,
llegar hasta el corazón,
depositar un beso de espuma
y comerme mis mentiras.
O evitar esta entelequia
de escribir por escribir.
Perdón.