MARÍA ROSA
Francisco de Sales
María Rosa,
que durante su infancia era como su nombre,
desde que enviudó,
de marido y de su vida,
se enfundó en un luto riguroso,
imborrable y atávico,
que no la abandonó
ni en la ingravidez de los sueños
ni en la desnudez de los baños.
Tan apagada
como el negro mudo
tan silenciosa
como el negro del interior de las cuevas,
tan lúgubre
como el negro apagado de la noche,
o tan seca
como el negro duro del carbón,
así quedó María Rosa,
negro espíritu,
negro futuro,
negro corazón.