Francisco de Sales - Relatos

AMADA

Francisco de Sales 

         

Amada:

        Te cuento con trazo fino y sólo rozando el papel, que es como hablar al oído, que el secreto que compartíamos ha escapado de la celda donde permanecía cumpliendo la condena a morir sin contar nuestros sentimientos.

        Ya se han enterado de que un viejo y una vieja, como andan diciendo, a la edad en que otros se rinden a la butaca y la tele, o al asilo, o a la muerte, se han enamorado y se dedican a ello, o al asilo, o a la muerte, se han enamorado y se dedican a ello.

        Nuestra edad no es una excusa que convenza a los sentimientos.

        Los años que han pasado no tienen por qué frenar a los que han de venir a buscarnos, y es mejor que nos encuentren juntos y que no pierdan el tiempo por ahí averiguando nuestras soledades.

        Las miradas largas y el sarcasmo serán, a partir de ahora, como un uniforme en los rostros de la gente.  Y no sabrán, nunca, que las barreras de sus mentes no existen en las nuestras.

        Te pido que pintes tus paredes de color paciencia, que escribas paciencia con doble trazo en tu vida, que pongas en tus ojos filtros color paciencia.  Y a través de ella, o con ella de la mano, recorras el camino hasta atravesar las malas gentes con sus disfrazadas codicias, hasta dejar atrás y muy lejos el coro de murmullos, las voces diciendo nada, las envidias incrédulas que no comprenden a quienes se comen las rutinas y las invisibles normas que quizás nunca se dictaron.

        Comprende que quien juzga lo hace porque desconoce.

        Y piensa que si has de dar explicaciones, es a ti exclusivamente.

        O mejor: no pienses.  Vive.  Y disfruta el placer de no pensar qué pensarán, de usar tu piel, tus emociones, las risas cómplices de los enamorados, los sentimientos que hace tiempo marchitaste, las ganas de comerte la vida antes de que la muerte te coma a ti.

        Y huye de las críticas celosas, de las miradas que asesinan, de las codicias insultantes, de las palabras que hieren cuando se les permite, de las incomprensiones constantes, de las amistades que no los son, de tu pasado y de ese futuro que te espera si no eres capaz de saltar por encima del mundo.

        Te propongo romper el destino.

        Te ofrezco ser tú el resto del tiempo.

        Te aseguro muchos días llenos de miradas, muchos silencios delicados, una mano temblorosa que transmitirá fuerza a la tuya, te guiará por los caminos como anciano, lavará tus pies, mimará tu

cuerpo, deshilará la enredadera de tu pelo, pintará un trazo coqueto en tus labios con tanto mimo y dulzura que el tiempo alelado parará a mirarnos, y se marchará trastornado por la envidia, y a partir de ese momento enloquecerán las medidas y ni los relojes ni los calendarios volverán a funcionar bien.

        Te prometo riqueza de sentimientos y una casa pobre con un sitio para ti, un trono humilde de maderas ancianas, una cocina con dos fueguitos, y calor en verano y frío en invierno, y un espejo mágico que te devuelve una imagen nueva... y una cama amplia, cálida, que crujirá cada vez que hagamos el amor.

        Te solicito a mi lado.  Te solicito compañera en mañanas de otoño y en tardes de primavera.

        Te reclamo como refugio cuando lleguen las tormentas; y cuando nos huya la salud y nos entren las chocheras, compartiré cada próximo presente y cada enfermedad nueva.

        También tendremos momentos de recompensas.  Palabras distintas cada día te dirán lo que siento por ti, te hablarán de cómo crece por dentro este pálido reflejo de lo que llegará a ser mi amor.

        Te quiero.

        Te quiero con la fuerza del primer noviazgo, con la calma de mil vivencias, con la sabiduría de la ancianidad, con la ternura de la experiencia.

        A pesar de las torturas agobiantes que te perseguirán en acoso implacable, a pesar de las densas nieblas que pudieran ocultar el sol de mi mirada, a pesar de las pesadumbres y de tanta duda acrecentada, espero que la luz que difundes sirva para alumbrar el sendero y que encuentres la única solución acertada, que es huir conmigo a donde huyen las hadas, a este cuento que es la vida con su música orquestada, con soles y reflejos en la cara, con planos eternos de tu sonrisa sosegada, con muchos momentos de menudencias magnas y un final feliz de tarta y besos y los novios que se casan.

        Recuerda nuestras fugas desde los bancos del parque a los cielos inconcebidos; acuérdate de nuestros paseos cogidos de los amores con paso firme y hacia arriba; rememora los caminos bordeados por culantrillos y madreselvas bajo árboles de sombras acariciantes y fragancias presuntuosas.  Y tú.  Y yo.  Y nadie más.

        Te regalo mi vida y sus alrededores.

        Y confío plenamente en la respuesta que sueño.

        Te espero en la puerta de nuestro futuro, más allá de la resignación, junto al río de la felicidad.

        Si te atreves a renunciar a la rutina y la desgana, si te enfrentas a los cotilleos, o mejor los ignoras puesto que son lenguajes y actitudes que no tienes por qué comprender, si eres capaz por una sola vez de dar el salto maravilloso y encaramarte al porvenir festivo y engalanado, compartiendo todas las cosas que serán de los dos, aseguro pagarte el premio que has ganado a lo largo de tus hechos: te un trofeo que tiene forma de amor.  Y te daré los besos del vencedor.

        Y me quitaré el sombrero cada vez que te cruces en mi camino; cada vez que pases ante mí será una fiesta y mi recompensa.

        Y si merezco tu compañía y soy galardonado con tan alto consentimiento, no podrá haber ya más brumas en mi horizonte, ni nubes negras en mi cielo, ni noches oscuras prietas, ni mañanas desangeladas cubiertas por el manto de lo incierto.

        Espero que comprendas lo realista de lo que te expreso, que veas que no pretendo engañarte, ni creo una fantasía que no pueda hacer realidad en cualquier momento.

        Lo que te ofrezco es una persona que te comprenda, y que comparta, que entienda tus desalientos, tus cosas de vieja, la mentirosa pereza de tus movimientos, tus cuentos calmosos, tus achaques ciertos.

        Si vienes a mi vida aportando la tuya, será para ti mi cálido nido, mi anciana presencia, mi olor a viejo encoloniado, mi tontuna... pero también mi alegría de vivir el tiempo que la vida nos presta, con la felicidad de haber encontrado en ella lo que se busca.  Por eso, disfrutaremos cada amanecida a conciencia, cada siesta; usaremos cada perfume que se presente, y volaremos a cada nube, a cada tarde teñida de misterio y de promesa, a cada música de violines veleros, de mares, tormentas de rayos azul diamante, de truenos en do mayor, de claridades distintas; a cada noche teñida de mil oscuridades nuevas.

Si vienes a nuestra existencia y sumamos ambos mundos, ambas estrellas, los dos corazones, todas las quimeras que no alcanzamos por separado pero quizás sí, si uno ayuda a sujetar la escalera y empuja al otro con toda la fuerza que da el amor aunque el cuerpo la niega; si nos quitamos la careta y nos quedamos en alma, tal como deberíamos andar por este mundo; si nos arrancamos las edades, los prejuicios, los males que no nos pertenecen y que robamos al aire para sentirnos aplastados por tantas cosas que se oponen a la simplicidad y a la pureza, y a los desintereses; si nos dejamos estremecer por el silencio de las amanecidas antes de desadormecerse las vivencias y los ruidos; si nos quedamos mudos para ver cómo se despierta el sol cada día y nos cuenta lo que sueña, o para escuchar el concierto del río con el respeto que se merece, entonces seremos más que dos: seremos uno.

        Espero paciente que tus dudas se disuelvan como la neblina rasgada por el sol que la penetra, como la noche ante el temor del día que se avecina, como el llanto del bebé con la presencia del pecho.

        Cada fracción que me conforma reivindica su gemelo en tu persona; cada resto de mi vida desea matrimoniarse con los tuyos; mis miradas, agregarse a las que te pertenecen para ver juntos más lejos; la respiración rebotar contra la tuya y volver cargada de tu esencia; los dedos, otros donde enlazarse; mi sueño, un compañero de tan breves horas y mis lloros apagados un pañuelo de comprensión y silencios animosos.

        La ladera de mi existencia se desliza a paso lento hacia su final.

Las flores que he plantado en ella necesitan sentirse arrancadas por ti y adornar tu pelo.  La hierba creció esperando tu mirada y los caminos desde siempre supieron que estaban destinados nada más que a sentir tu huella, a ser recorridos por tus pies, para así tener motivo de ser suelo y poder contar un día de recuerdos gratos que fueron parte de tu tránsito por mí y que te ayudaron a alcanzar la siguiente pisada, que orgullosa contará la misma historia pero un segundo más tarde.

 

Al aguardo de tu presencia quedo, ansioso y confiado,

 

                                                       Andrés